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 07/11/2000: Boca Juniors quedó eliminado de la Copa Mercosur


BOCA 2 - Mineiro 2

Cuartos de Final - Partido de vuelta

¿Cómo te lo explico? Por el lado de los goles que se pierden en un arco y se sufren en el otro... Puede ser. Por el lado de la noche que no entró ese... (poner aquí el insulto que se prefiera) tercer gol... También. ¿Más fácil? Por la realidad de los números: Boca creó 15 situaciones de gol y metió apenas dos. Y necesitaba dos de diferencia para ir a los penales, o tres para liquidar antes el negocio. Así de fácil, así de increíble.

Chipi Chipi, Pum Pum. Nada tuvo que ver el comienzo con ese final. Boca salió a jugar de local, a hacer valer ese plus: Bombonera, presión... y fútbol. Lo ablandó de entrada al Mineiro. Yendo fuerte a cada pelota (Medina fue amonestado a los seis minutos), marcando el ritmo. Nada de samba: rock & roll. Lo ablandó de entrada psicológicamente y con fútbol. La primera parte, metiendo y jugando cerca del arco rival. La segunda, haciendo circular la pelota, abriendo la cancha, con mucha movilidad de Pandolfi y de Guillermo Barros Schelotto. El Melli participó constantemente de la posesión, sin lugar fijo y después encaró siempre. Eso desubicó a un fondo brasileño fácilmente desubicable atrás.



Así llegó rápido al gol, gracias a una muy buena entrada de Pandolfi por izquierda, el centro y el cabezazo de Barijho abajo del arco. Desde ese instante, diez minutos, la sensación era clara: el segundo gol llegaría en cualquier momento. Porque Boca generaba situaciones de todas las formas posibles: por abajo, por arriba, de tiro libre, de centro, con rebotes, hasta de contragolpe cuando perdía la pelota... Todo eso más la furia de Barijho. Enfrente tenía a un Mineiro demasiado delicado adelante y demasiado desubicable atrás. ¿Delicado? Sí, fino, sutil, buscador de siete u ocho pases antes de profundizar, nada de contragolpes feroces. Boca llegaba y el segundo se hacía rogar, pero venía, seguro. Hasta que de pronto el central Caapa se metió con pelota y todo en el arco de Abbondancieri. Un gol casi de otro partido. Enseguida, sí, el segundo de Boca. La atropellada de Barijho, la imagen perfecta de lo que era el Chipi: pura prepotencia futbolística. Pero cuando cayó el segundo sonó a poco, a menos de lo merecido, a oferta de temporada para el Mineiro. Dos a uno era barato para los brasileños. Muy barato.



Lo que se pierde en... Más viejo que el fútbol: lo que se pierde en un arco se lamenta en el otro. Si fuera por la proporción de los goles que Boca desaprovechó, los lamentos podrían haber sido peores aún. Claro que con uno sobró.

El segundo tiempo, el de la definición, mantuvo la tendencia y la acentuó. Mineiro se apretujó más todavía hacia atrás y Boca lo fue a buscar a fondo. Cuando los minutos pasaban y el tercer gol no llegaba, Delgado entró por el pibe Clemente Rodríguez y el equipo de Bianchi fue lo que tenía que ser: un mapa de sus necesidades. El Chelo por derecha, Barijho en el medio, Guillermo por izquierda, más Pandolfi y Gustavo (reemplazó a Andrizzi) como enganches.

Así Boca llegó mucho, muchísimo, tanto o más que en el primer tiempo, pero su juego se hizo previsible. Pudo haber asegurado el triunfo con ese bendito tercer gol que no apareció, pero también es cierto que el partido se hizo a suerte y verdad, con Mineiro aguantando, sí, pero también con posibilidades para herir de contra. No aprovechó varias por demorarse, casi por cancherear, pero no dejó pasar el tiro del final. Tuvo la puntualidad que le faltó a su rival. Boca ya estaba jugado a meter como fuera ese grito que lo llevara a los penales. Boca ya estaba jugado a su suerte: había arriesgado, había creado muchas situaciones y simplemente, no la había embocado. Esa es la historia, así de fácil.



Fuente: Diario Olé